martes, 30 de abril de 2013

Ay! el ego !



El ego nace con nosotros cuando venimos al mundo. Cuando somos niños, a través del cariño, del amor, del cuidado, sentimos que somos buenos, valiosos, que tenemos alguna importancia. Nace un ego, un "centro". Pero este centro es un centro reflejado. No es nuestro verdadero ser. No sabemos quiénes somos, simplemente sabemos lo que los otros piensan de nosotros. Y este es el ego: un reflejo de la opinión de los demás.


A propósito del "ego".


 

Un científico descubrió el arte de reproducirse a sí mismo tan perfectamente que resultaba imposible distinguir el original de la reproducción.


Un día se enteró de que andaba buscándole el Ángel de la Muerte, y entonces hizo doce copias de sí mismo.


El Ángel no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante sí era el científico, de modo que los dejó a todos en paz y regresó al cielo.

Pero no por mucho tiempo, porque, como era un experto en la naturaleza humana, se le ocurrió una ingeniosa estratagema.


Regresó de nuevo y dijo: "Debe de ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo, sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto".


El científico pegó un salto y gritó: "¡Imposible! ¿Dónde está el defecto?".


 



 "Justamente aquí", respondió el Ángel mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo. "Todo lo que hace falta para descubrir al "ego" es una palabra de adulación o de crítica".

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